Pude caminar y soñar con no haberte perdido, pude acariciar tu cuerpo no frío, pero tu belleza tosca y pálida me congeló. Te veías tan bella acostada sobre la alfombra naranja; tus ojos metálicos se hacían uno con el rojo de tu cielo convirtiendo en horizonte una pintura recién creada por el mismísimo Dalí. Me hipnotizaste muñeca.
La lluvia acariciaba la ventana con melancolía y mis palabras se escondían en el cuarto de baño. No sé cuántas horas, días, meses, siglos, años, estuve observando la mezcla en la alfombra de tus cabellos rubios con el líquido de tu belleza fría, ya no me importaba mucho el aroma no tan agradable que desechaban tus poros, estabas tan hermosa allí.
Te cambié de ropa. ¿No te diste cuenta? te puse ese labial púrpura que tanto disfrutamos, te enchiné las pestañas, y te peiné ese cabello rubio ahora rojizo. ¿Sabías que jugamos? te susurré mis secretos, siempre he confiado en ti, has sido una chica difícil y tosca, pero hermosa, y aunque eras fría como ahora, notaba cierto apego en tus ojos acerados.
¡Oh! muñeca, si ese líquido espeso que salía de tu estómago no me hubiera seducido tanto habría llamado a la ambulancia… O tal vez no.